La noche de brujas, mejor conocida como Halloween. Una noche que hoy en día es motivo de celebración. Calabazas con rostros escalofriantes, murciélagos decorando las casas, arañas trepando por sus telarañas y los tradicionales niños disfrazados, corriendo por las calles con sus bolsas llenas de dulces. Una noche donde se acostumbra que el terror invada el corazón al punto de ocasionar pánico en inocentes e ingenuas mentes. El terror suele tomar forma de jóvenes disfrazados de demonios, fantasmas o monstruos de ficción; pero la manera más acostumbrada y que ha prevalecido a lo largo de los siglos son las típicas historias de terror. Las historias de terror suelen modificarse o adornarse para agregar mayor suspenso o drama frente a las indefensas y curiosas criaturas que se juntan para escucharla.
Pero no siempre fue así. La noche de brujas antiguamente era un ritual donde corría la sangre para ahuyentar a los espíritus malignos y demás acompañantes. Y las historias de terror no eran relatos para divertir al oyente.
La noche de brujas se ha convertido en un día festivo, pero nunca se debe olvidar que no siempre fue de esa manera.
La historias de terror antes no eran historias, ellas eran el presente
¿Qué sentirías al vivir el terror en tu propia piel?
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