Fue cuando abrió los ojos y vi que eran del color rojo de la sangre cuando me di cuenta de que algo no iba bien, de que Adrián no era un chico normal y corriente.
Y fue cuando pronunció mi nombre cuando me di cuenta de la verdad. Cuando me di cuenta de que estaba completa y perdidamente enamorada de él.
Y ya no había marcha atrás.
No podía quitármelo de la cabeza, no podía dejar de pensar en él ni un segundo.